jueves, 25 de septiembre de 2014

Sillas vacías

Escribo antes de que se lleve a cabo el último de los foros-debate patrocinados por la Asociación de Periodistas de La Paz, el que congregará a los aspirantes a la presidencia de Bolivia y, sin dármelas de adivino, veo que la silla correspondiente al candidato inconstitucional Evo Morales está vacía, como invariablemente lo estuvieron las correspondientes a los postulantes de la tienda gobernante. El desprecio por la democracia que exhiben los operadores del régimen es realmente grosero.

Se puede entender, sin embargo que, debido a sus limitaciones, el señor Morales Ayma, no quiera exponerse – a sus asesores, menos aún-. No es lo mismo arengar a multitudes obligadas a asistir a actos oficiales o de campaña que confrontar dialécticamente la visión propia con las de otros. El régimen tiene el fundado temor de que exponer a Morales a una situación tal significaría la caída de toda su estantería sostenida, entre otras cosas, por una publicidad engañosa y delirantemente onerosa.

En una hipotética comparecencia al debate, el antidemocrático Presidente tendría que responder acerca de, por ejemplo, la red gubernamental de extorsión, las ejecuciones extrajudiciales durante su gestión, los nexos de su gobierno con el narcotráfico (Chapare) y un rosario de hechos de corrupción.

Lo que no se llega a entender es que un individuo que se las da de gran polemista y lector de más libros que los que en cinco vidas se pueden leer haya declinado asistir al debate entre vicepresidenciables. La razón parece ser que en los pocos que participaron, al comienzo de las campañas, perdieron –mencionamos a los candidatos al Senado Carlos Romero y José Alberto Gonzales- los papeles, se salieron de sus casillas, montaron en cólera, cada vez que algún oponente les encaró la farsa del pretendido país de las maravillas que la propaganda oficialista imagina.

Así pues, la silla vacía de los debates electorales es el mejor signo de cuánto respeto por la democracia profesa el régimen, causando gran desazón entre los electores, aunque no mayor a la que debe sentir el propio Morales cuando, en ciertos foros internacionales, las sillas vacías son las que lo aplauden.

jueves, 11 de septiembre de 2014

Ambiente enrarecido

A cuatro semanas para el verificativo de las elecciones generales, el ambiente político puede describirse como altamente contaminado por acción del régimen que, habiendo partido con una ventaja de más de ocho años de campaña electoral permanente, se la pasa echando emisiones de dióxido de carbono a todo aquel competidor que ose pisarle los talones. Para ello tiene varios dispositivos que usa según sea el caso.

Uno de ellos es el Tribunal Constitucional, (i)responsable de haber habilitado, contra lo que prescribe la propia Constitución masista y contra el más elemental sentido común, al señor Morales como candidato a un eventual próximo periodo presidencial. Su acompañante de fórmula introdujo el concepto de “estrategia envolvente” para validar esta impostura. Se trata, entonces, de una candidatura de contrabando conseguida a fuerza de violar normas y, lo que es más vergonzante, con posibilidades de triunfo.

Otro dispositivo de los que el régimen echa mano es el Tribunal Supremo Electoral, en rigor un apéndice del ejecutivo encargado de apoyar la campaña de los candidatos de contrabando y de ponerles la mayor cantidad de trabas posibles a sus oponentes. Sus muestras de parcialización con la fórmula oficialista son tantas que no es descabellado pensar  que se esté montando un fraude de grandes proporciones.

Asimismo, el Órgano Judicial es el instrumento  de permanente acoso a quienes tengan la osadía de poner en cuestión el discurso único del llamado “proceso de cambio”. Casos tan groseros como los de la detención de Mario Orellana, candidato del MSM, o la negativa de la “justicia” de permitir que Ernesto Suárez y Savina Cuéllar, candidatos de Unidad Demócrata, desarrollen sus respectivas campañas en plena libertad, dan cuenta de la más abyecta sumisión de un poder a otro.

Es en estas condiciones, para no hablar del derroche de recursos públicos para su campaña del que hace gala el régimen, que los bolivianos acudiremos a depositar nuestro respectivo voto, a riesgo de ser chicoteados por sus violentos “movimientos sociales”.

La ciudadanía, no obstante, cuenta con espacios para informarse y testimoniar el desarrollo de los comicios. Hacer el uso apropiado de los mismos es un deber ineludible.