jueves, 29 de marzo de 2012

La unidad, del postulado a su ejercicio



La historia demuestra que la dictadura perfecta es aquella que se presenta al mundo como la democracia más amplia; incluso al extremo de atribuirse en el nombre el adjetivo “democrático” –se me viene, a manera de ejemplo emblemático, el de República Democrática Alemana, como osaba denominarse la Alemania Oriental, feroz régimen de terror liderado por el tirano Honecker-.

Ciertamente, el truco ha alcanzado sorprendentes niveles de sofisticación. Ahora es posible transmitir la sensación de democracia, elecciones incluidas, y darse un festín discursivo de lo más “marketinero”. Así están las cosas.

No es, ni mucho menos, la convicción ideológica del partido, sino el control de los sistemas jurídicos, electorales, comunicacionales y económicos lo que da gobernabilidad a estos regímenes. El poder por el poder.

Cooptados todos los componentes que garantizan equilibrios, que las fuerzas auténticamente democráticas se encuentren dispersas juega a favor del poder de un régimen pseudo (o “pre”, si se prefiere) democrático.

La causa mayor –en este caso, la reconquista de la democracia- puede obrar como catalizador para que expresiones inclusive antagónicas en ideario –pero de absoluta convicción democrática- confluyan hacia un bloque unitario que haga frente al autoritarismo. Hacer de tripas, corazón.

Pero una cosa es ganar la elección, otra sostener una gestión y, en lo posible, lograr alternabilidad con liderazgos surgidos al interior del bloque. La Unidad Democrática y Popular (UDP), en Bolivia y La Unión Nacional Opositora (UNO) en Nicaragua, sirvieron para ganar elecciones, pero no generaron gobernabilidad –mire las consecuencias en este último país-. Nótese que ambas siglas llevaron la U de unidad.

Otra cosa fue la Concertación (Democracia Cristiana y Socialismo) en Chile: se cansaron de ganar elecciones y fue bueno que, después de 20 años, la herencia pinochetista les ganara. La diferencia es tan abismal en calidad de gobierno que las “vacaciones” concertacionistas no van a durar mucho.

El régimen va a forzar, lectura de coca en el Tribunal Constitucional mediante- habilitar a Evo Morales a una candidatura más, más allá de su impedimento constitucional; La unidad puede desbaratarle su afán totalitario.

lunes, 26 de marzo de 2012

El regalo sexual que no acepté



"Buenas noches don Puka, soy fulana de tal y vengo de parte del ministro mengano de cual..."

Años ha, escribí una columna de las duras contra un ministro de la época; mis amigos, preocupados, porque se trataba del "hombre fuerte" del régimen, me recomendaron que me cuidara ante las probables represalias que, previsiblemente, me llegarían -incluida una golpiza, según ellos-.

Contrariamente a ello y con innegable estilo, el aludido me mandó un "regalito" parlante y caminante: una dama -nada espectacular, debo decir- para calmar ansiedades.

El mensaje estaba muy claro: "Sr. Reyesvilla: no se haga mala sangre... deje de escribir macanas y le prometo que no le faltará carne para merendar".

El episodio tuvo lugar en el hall de la Universidad. Afortunadamente, yo tenía que dar mi clase y respondí, muy serio, "dígale al ministro que no me hace falta; ahora, con permiso, tengo que dar mi clase...".

Por cierto, luego escribí un par de cosillas más sobre el tipo y no recibí más regalitos ni otro tipo de mensajes.

viernes, 16 de marzo de 2012

Solicitud al próximo gobierno




¿Le suena un tal Abdalá Bucaram? Hagamos memoria; este personaje ejerció la presidencia de Ecuador durante seis meses (agosto de 1996-febrero de 1997).

¿Recuerda cómo fue que lo cesaron del cargo? La Constitución ecuatoriana de entonces prescribía la figura de “incapacidad para ejercer el cargo” y el Congreso la aplicó, destituyéndolo por su incapacidad mental para el ejercicio de la más alta magistratura.

¿Qué (no) hizo Bucaram para merecer tal sanción? Pues comportarse como un patán, bromear sobre los asuntos de Estado, hablar estupideces… en suma, avergonzar a los ecuatorianos ante el mundo.

¿No sentía usted una mezcla de vergüenza ajena y conmiseración por el pueblo ecuatoriano cada vez (todos los días, en realidad) que tal engendro abría la boca? ¿No pensaba, como yo, “¡qué había hecho tan noble gente para merecer un imbécil de marca mayor como presidente!”?
Hago esta provocación porque hay quienes juzgan como exageración sostener que gracias a la imbecilidades, tanto verbales como fácticas, cometidas por S.E. y sus muchachos, los bolivianos somos tenidos como bárbaros, por decir lo menos, en el concierto global. Nuestra vergüenza ya no es ajena, sino propia.

Hagamos un ejercicio sobre una hipotética “solución a lo Bucaram” acá en Bolivia. En mi criterio, ésta se enfrentaría con tres obstáculos.

Uno –el más obvio-: En la Constitución masista no está prescrita la suspensión por “incapacidad mental”.

Pero suponiendo que lo estuviera. Dos: el oficialismo aún tiene mayoría en el Congreso, por lo que la propuesta quedaría en el camino.

Tres –el más fuerte-: la solución no sólo tendría que aplicarse a S.E. sino, por lo menos, a la mitad de sus muchachos y muchachas quienes de tanto querer parecerse a él hasta, en algunos casos, lo han superado, como el canciller Choquehuanca con la papalisa-viagra y el tribuno constitucional Cusi con sus fallos obtenidos mediante superchería cocalera.

Convengamos en que, siendo realistas, no se puede. Queda entonces, a manera de consuelo, esperar las elecciones de 2014 y hacerlo a través del voto popular.

Entretanto, adelanto una solicitud al próximo gobierno: que sea serio y que sea en serio. ¿Acaso será mucho pedir?...

viernes, 2 de marzo de 2012

Emputencia



Tanta iniquidad se está cometiendo bajo el nombre de “proceso de cambio” que los sentimientos convencionales –asombro, indignación, desesperanza- ya no alcanzan para expresar el estado de ánimo de una ciudadanía consciente.

Puesto a darle nombre a esta emoción que me afecta profundamente he acuñado el término “emputencia”, una combinación entre el muy local estado conocido como “empute” y el más universal llamado “impotencia”. Tan extremo es el proceder del régimen que hemos tenido que inventar una palabra para describir el sentimiento que nos embarga ante su manifestación.

Si bien el ambiente creado por el régimen lleva larga data, dos hechos de más reciente comisión han ocasionado que la “emputencia” se produzca en todo su espectro: la violenta “bienvenida” que el régimen dispensó al grupo de personas con discapacidad que arribaron a la sede del Gobierno luego de 100 días de sacrificada travesía y su chanchada (sobre esto ya versamos en mi anterior columna) en el tema del TIPNIS.

Para amargarnos aún más, sucedió algo que, sin ser de responsabilidad directa del régimen tampoco puede eludir su cuota en ello: el cruel asesinato de Verónica Peñasco y su hermano a manos de cogoteros en El Alto. A estas alturas la “emputencia” es total.

En lo que respecta a la desproporcionada violencia usada por el régimen en contra de las personas con discapacidad cuando éstas se dirigían a la plaza Murillo con todo el derecho de libre circulación que nos asiste a todos. La fuerza estatal impidió su ingreso, finalmente. Las imágenes de esta salvaje represión están esparcidas por el mundo y nos avergüenzan como seres humanos. “Emputencia”.

La actitud posterior de los operadores del régimen ha sido de lo más cínica y se la puede graficar en estos términos: el empedrado echando la culpa al cojo.

Sobre el TIPNIS, el régimen está desplegando una campaña legal (controla el órgano judicial), territorial (tiene recursos a su disposición) y mediática (agresiva difusión de sus mentiras). “Emputencia”.

Justamente sobre las mentiras oficiales, el periodista Andrés Gómez Vela ha dicho: "En el tema TIPNIS, Evo, Álvaro y sus acólitos dejaron a Joseph Goebbels como un piojo tuerto; nunca antes hubo tanta mentira en democracia".

¡Emputencia!